El Alquimista - Jorge Luis Borges


EL ALQUIMISTA



Lento en el alba un joven que ha gastado

la larga reflexión y las avaras

vigilias, considera ensimismado

los insomnes braseros y alquitaras.

Sabe que el oro, ese Proteo, acecha
bajo cualquier azar, como el destino.

Sabe que está en el polvo del camino,

en el arco, en el brazo y en la flecha.

En su oscura visión de un ser secreto
que se oculta en el astro y en el lodo,

late aquel otro sueño de que todo

es agua, que vio Tales de Mileto.

 Otra visión habrá, la de un eterno
Dios, cuya ubicua faz es cada cosa,

que explicara el geométrico Spinoza

en un libro mas arduo que el averno.

En los vastos confines orientales

del azul palidecen los planetas,

el alquimista piensa en las secretas

leyes que unen planetas y metales.

Y mientras cree tocar enardecido
el oro aquel que matará la muerte.

Dios, que sabe de alquimia, lo convierte

en polvo, en nadie, en nada y en olvido.

                                                                                              Jorge Luis Borges



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